Friday, March 03, 2006

Quote II

A ojos cerrados

Por: Ángeles Mastretta


¿Cuántas veces cierra uno los ojos para no ver y cuántos para ver mejor?
Me lo pregunto porque creo que pensar la diferencia entre una cosa y otra puede ayudarnos a elegir cuál vida preferimos.
No ver lo que nos disgusta, nos aflige, nos amedrenta o nos enfurece y, a cambio, simplemente tratar de no ver nada, es mucho menos útil que cerrar los ojos y llenarlos con nuestras más privadas, arbitrarias y liberadoras fantasías.
En esta época de pérdidas y pesares, cerrar los ojos para distinguir con exactitud no sólo aquello que no queremos perder, sino todo eso que nos urge imaginar es, además un consuelo, un deber de asombro al que no podemos negarnos.
Tirarse bajo el sol que devasta los cristales, apretar los ojos y conseguir permiso de cruzar en velero frente al faro entre rocas que vive labrado en una cajita azul sobre nuestro escritorio.
Cerrar los ojos para discurrir el pasado y volver a reirnos con la tarde de agosto en que nuestra amiga, la de los mil novios, entró a la iglesia, embarazada y radiante, siete años después que todas las demás.
"Pobrecilla, qué bueno que por fin se casa", dice una de nuestras vecinas de banca, invocando con sus palabras los comentarios y argumentos del escandalizado mundo por el que la novia cruzó como un cometa inocente y luminoso.
"¿Pobrecilla?", le pregunta la voz invicta de otra condiscipula. "Pobrecillas de nosotras. Ella tuvo todos los novios que quiso, bailó todo lo que se le apeteció, con quién se le apeteció. Dió de qué hablar, dió en qué pensar, y mira la belleza de norteño con el que va a tener hijos. ¿Lo estás viendo? Está divino, ¿verdad?Pues fíjate que además le va bien en los negocios...
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